GUSTO

Café El Alba en Jardines de Virginia

Desde hoy en esta colonia de Boca del Río, Veracruz, ya se amanece con tortas monumentales, lecheros clásicos y antojitos veracruzanos con sabor de casa.

Hay lugares que uno encuentra por azar y otros a los que se llega como quien responde a una cita marcada en el calendario. Café El Alba, en su nueva sucursal de Jardines de Virginia, me esperaba. Aunque no lo sabía, lo presentí en cuanto crucé la avenida rumbo al corazón de esta cafetería que ya es una tradición en el Puerto de Veracruz y ahora busca su lugar en Boca del Río. Desde la acera, escuché la marimba resonando alegre frente a la entrada de El Alba. En el interior del establecimiento había una fiesta. Un ritual inaugural donde el café se servía con memoria, y las tortas, con algo parecido al orgullo.

Fotografía © Riviera Veracruz Magazine. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización expresa del autor.

No soy experta en gastronomía. Tampoco en café. Pero he pasado los últimos años dejándome sorprender por tazas bien servidas y menús que cuentan historias. Desde Estambul hasta Buenos Aires, pasando por las callejuelas de Lisboa y algún rincón escondido de Kyoto. Hoy, sin embargo, no hace falta ir lejos para encontrar algo especial.

Fotografía © Riviera Veracruz Magazine. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización expresa del autor.

La tercera sucursal de Café El Alba —tras Reforma y el Centro Histórico— abre sus puertas con un lleno del 99%, si es que cabe tal cálculo entre tanto bullicio y tanto plato circulando como en un vals perfectamente orquestado. Hay más de 100 mesas, y aún así, cada cliente parece atendido como si fuera el primero del día. El aire acondicionado, ni muy frío ni ausente, ayuda a sobrellevar el calor veracruzano sin ahogar el apetito. Las luces LED sobre nuestras cabezas caen como una lluvia suave, moderna, sin pretensiones, y entre tanto diseño limpio, destaca un mosaico mural: una caricatura y una bandera de España.

Fotografía © Riviera Veracruz Magazine. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización expresa del autor.

Don Juan José Venta II, dueño, se mueve entre las mesas con una naturalidad que solo tienen quienes han trabajado cada rincón de su empresa. Su familia, cómplice y parte activa del equipo, lo acompaña. Se nota en los gestos, en la manera de dar órdenes sin alzar la voz, en cómo los meseros replican esa calma eficaz de quien ha sido bien instruido.

Pero vayamos a lo que se prueba. El menú es extenso, casi enciclopédico, y sin embargo, cálido. La sección de tortas es un homenaje a la generosidad: el Tortón cubano, el Tortón de milanesa, la ya legendaria torta de pierna envinada y la joya de la corona: el Tortón El Alba, que con sus 550 gramos es más que una comida; es un manifiesto. Yo probé esta última, y aunque no pude terminarla —confieso que me abruma lo excesivo—, cada bocado era un abrazo con sabor a casa.

Fotografía © Riviera Veracruz Magazine. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización expresa del autor.

Los platos fuertes no se quedan atrás. Tampiqueña, barbacoa de res, milanesa napolitana, tacos de sirloin y pibil… La cocina no teme mezclar tradición con abundancia. Hay también una sección de antojitos veracruzanos que, por su tamaño, desafían su categoría de “antojito”. Las empanadas y gordas se extienden como lunas llenas sobre platos medianos.

La bebida obligada, claro, es el lechero. El clásico de 370 ml a 58 pesos es lo que pedí. No hay truco, no hay giro moderno: es el lechero como debe ser. Servido con paciencia, espuma perfecta, temperatura justa. En ese vaso se resume la filosofía de El Alba: sin pretensiones, pero con intención.

Fotografía © Riviera Veracruz Magazine. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización expresa del autor.

Aquí, todo es grande. El menú, los sabores, el espacio, la luz. Hasta las pantallas que muestran los platillos —seis o siete— parecen querer convencerte de pedir algo más. Y tal vez sí, me habría animado con un frappé o una tisana, o con el clericó en jarra, si no fuera porque ya llevaba el corazón lleno y el estómago pidiendo tregua.

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Café El Alba ha llegado a Jardines de Virginia con una propuesta clara: ser un punto de encuentro, de sabor, de constancia. Y aunque la marimba deje de tocar hoy, aunque los focos de la inauguración se apaguen, quedará el café humeante, las tortas desbordadas, el servicio impecable.

Y esta cronista, amante de los buenos lugares sin necesidad de entenderlo todo, promete volver. Porque hay aperturas que no se cierran al terminar el día: se quedan abiertas como una ventana por la que siempre entra la luz del alba.

Crónica desde La Fábrica 623: donde el café es comunidad

Dulce Tapia

Amante del café, sin ser experta, y de la comida, sin ser experta, pero que ha viajado por todo el mundo y puede comparar los buenos cafés porque ha degustado café en los mejores lugares.

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