“El café debe ser negro como el infierno, fuerte como la muerte y dulce como el amor”
Británico, Q Grader y radicado en Veracruz, recorre las sierras de Puebla, Oaxaca, Chiapas y Guatemala en busca del grano perfecto, guiado por el proverbio: “El café debe ser negro como el infierno, fuerte como la muerte y dulce como el amor”.

Desde mi refugio en las costas brumosas de Veracruz, donde el Atlántico susurra a las plantaciones de café, recuerdo un proverbio turco que guía mi vida: “El café debe ser negro como el infierno, fuerte como la muerte y dulce como el amor”. Soy británico, Q Grader, y he recorrido las sierras de Puebla, Oaxaca, Chiapas y Guatemala buscando el grano perfecto. Cada taza que pruebo es un pequeño viaje hacia la esencia de la vida.

Negro como el infierno. En Puebla, la niebla cubre los cafetales y desciendo a barrancos donde el sol apenas llega. Recuerdo una madrugada en Teziutlán: un agricultor con manos callosas me ofreció café recién molido, negro e impenetrable, un abismo que despierta el alma. En Oaxaca, los tostados oscuros y las notas de humo y tierra húmeda me recuerdan que la excelencia nace de la adversidad. Este negro intenso se comunica con lo primordial, con nuestras propias sombras.

Fuerte como la muerte. En Chiapas y Guatemala, la fuerza del café se refleja en la gente que lo cultiva. En San Cristóbal de las Casas compartí fogatas con tzotziles que trabajan con tenacidad frente al clima y el tiempo. Cerca de Huehuetenango, los granos endurecidos por noches frías y días abrasadores despiertan los sentidos y recuerdan nuestra finitud. Cada taza refleja la cadena humana del café: del jornalero al exportador, todos participan de este ritual de fuerza y resistencia.
Dulce como el amor. En Tlaxiaco, entre valles donde cafetales y flores silvestres se entrelazan, los granos revelan miel y frutas maduras, sin azúcar añadido. En Antigua, rodeado de volcanes dormidos, las variedades bourbon ofrecen un beso inesperado, un momento que une culturas y corazones. La dulzura del café redime la fuerza y la oscuridad: cada sorbo es equilibrio entre sufrimiento, resiliencia y ternura.
En este vaivén por las sierras, soy catador de granos y de la condición humana. Negro como el infierno, fuerte como la muerte, dulce como el amor: cada taza es un espejo de nosotros mismos, y el aroma del café sigue siendo mi compañero en este tapiz de montañas, historias y sueños.
Ensambles Café Consciente: donde comienza el viaje del café perfecto