Chilpachole de Jaiba, sabor profundo de Veracruz
Riviera Veracruz Magazine te guía a descubrir por qué este caldo de jaiba es mucho más que un simple “levanta muertos”: es herencia, identidad y sabor con raíces en el mar.

Imagina a un investigador de ovnis como Jaime Maussan —conocido por sus teorías sobre lo extraterrestre— quedando hipnotizado por un caldo espeso de jaiba que, según él, evoca “la sensación de ser comida de otra dimensión”. Esta anécdota, compartida en redes sociales en octubre de 2024, ilustra cómo el chilpachole de jaiba trasciende lo cotidiano para convertirse en una experiencia casi mística, capaz de conquistar incluso a quienes viven acostumbrados a lo inexplicable.
Este platillo, profundamente arraigado en las costas veracruzanas, guarda secretos que muchos visitantes desconocen y que incluso los locales redescubren con cada cucharada: su conexión íntima con el mar, sus raíces afrodescendientes y su capacidad de reunir generaciones en torno a la mesa.
Por si vienes o por si ya estás
Para ti, viajero que aún no has pisado las arenas de Veracruz, o para ti, veracruzano que crees conocerlo todo, la invitación es a mirar el chilpachole de jaiba más allá de su fama como “levanta muertos” después de una noche de fiesta. Este guiso picante y reconfortante, típico del Sotavento, no es solo una sopa: es un espejo de la identidad jarocha. En él, las jaibas azules del Golfo de México se combinan con chiles secos, tomate, epazote y especias para dar vida a un caldo espeso y fragante.
Su origen se remonta a los pescadores, quienes tras largas jornadas en altamar crearon este platillo como un bálsamo nutritivo, aprovechando los ingredientes más humildes del mar y de la tierra. Con el tiempo, la influencia afrodescendiente —herencia de los esclavos traídos durante la colonia— enriqueció la receta, convirtiéndola en un guiso que hoy define la cultura gastronómica de Veracruz, junto a joyas como el filete relleno de mariscos. Popular en Cuaresma y Semana Santa, suele servirse con arroz blanco o tortillas de maíz, y representa la fusión de raíces indígenas, españolas y africanas que distinguen a la cocina veracruzana.
Dónde probarlo en Veracruz
Si decides aventurarte, la costa de Veracruz ofrece un mapa delicioso que mezcla turismo, cultura y tradición. Comienza en el icónico Puerto de Veracruz: pasea por el Malecón entre barcos y vendedores antes de sentarte en una marisquería como Villa Rica, famosa por su cocina de mar y su ambiente de palapas. Nada mejor que probar ahí un chilpachole auténtico frente al Golfo.
Sigue hacia Boca del Río, enclave turístico con playas y el Acuario más grande de Latinoamérica. Ahí, lugares como Higuera Blanca ofrecen versiones cercanas, como el chilpachole de camarón, en un entorno relajado. No olvides la Laguna de Mandinga, con manglares y paseos en lancha, donde Casa Uscanga sirve mariscos frescos con vistas al agua, ideales para acompañar un chilpachole de jaiba recién hecho.
En la Isla del Amor, El Negro del Estero prepara jaibas rellenas y guisos marinos en un ambiente rústico entre mar y río. O, si prefieres lo local y discreto, en Memus te reciben con un caldo de cortesía de jaiba y camarón, perfecto antes del platillo estelar. Todos estos lugares no solo llenan el estómago: sumergen al visitante en la vida veracruzana, entre son jarocho y mercados vibrantes.
Ya sea que llegues en avión al aeropuerto de Veracruz o conduzcas desde cualquier rincón del estado, este platillo te espera para revelar sus capas ocultas. ¿Te atreves a sumergirte en su sabor “de otro mundo”? Veracruz te llama, con una cuchara en mano.