Hoy decidí empezar el día sin noticias
Dejar la nota roja, las palabras repetidas de los políticos y los fraudes de los poderosos a un lado no es ignorar el mundo, es aprender a escucharlo sin ruido.

Hoy decidí no abrir las noticias. Ni en la tele, ni en la radio, ni en el teléfono. El café supo distinto, como si al primer sorbo se me hubiera desatado un nudo en la garganta. No es que el mundo se haya vuelto mejor de la noche a la mañana, pero yo sí empecé el día menos contaminado.
Las noticias de cada mañana parecen fabricadas para acelerar el pulso: no informan, alteran. Es como si encendiéramos la alarma de incendio sin que hubiera fuego, sólo para mantenernos en estado de sobresalto. Y así comenzamos el día: no con claridad, sino con miedo disfrazado de actualidad.
Dejé de hacerlo. Dejé de hipotecar mis mañanas a los gritos ajenos. Y algo cambió: escucho más el canto de los pájaros que el de los noticieros (no se olviden que vivimos en Veracruz), me entero de la hora porque el antojo por una pieza de pan llega a mi boca y no porque un locutor me anuncia la última catástrofe. A veces, incluso, me sorprendo riendo con un perro callejero que ladra a las bicicletas como si defendiera su reino invisible. Ese tipo de noticias no aparecen en redes sociales, pero a mí me devuelven la fe.
No quiero mentir: vivir sin titulares me hace sentir fuera de lugar con los amigos, con los colegas, en fin. No sé quién cayó en desgracia ni cuál es la tragedia de moda. Pero esa ignorancia me abrió espacio para algo más valioso: la capacidad de mirar con mis propios ojos y no a través del ojo inflado del escándalo. Al dejar de informarme tanto, curiosamente, aprendí a escuchar mejor: a mi hija, a mis vecinos, a los silencios que antes pasaba de largo.
Quizá eso sea estar verdaderamente informado: no de lo que gritan los medios, sino de lo que late alrededor. Una gotera que insiste, una sonrisa que se escapa, una mano que tiembla al pedir cambio. En esas escenas diminutas encuentro más verdad que en cien titulares.
Hoy no abrí las noticias. Y el día, en lugar de dolerme desde temprano, me abrió un respiro. Si de eso se trata estar desinformado, que así sea: prefiero perderme de la desgracia empaquetada y ganarme la ternura de lo cotidiano.
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