Yo, Cristóbal Colón, y la red de Alvarado
Texto inspirado en un mural del pueblo de Alvarado, Veracruz; la red que atrapa el alma.

Pasaba yo, Cristóbal Colón, sin más brújula que el deseo de hallar lo auténtico, cuando el camino me llevó a Alvarado, Veracruz. Allí, en una calle que huele a sal y a historia viva, me detuvo un mural: una red extendida, como una mano abierta al cielo, atrapando no sólo peces de mil colores, sino también recuerdos, voces, sueños de un pueblo entero.
El agua pintada al fondo no es sólo río ni mar: es la vida misma que se desliza entre generaciones. Los peces, suspendidos entre cuerdas y anzuelos, no luchan, no escapan; se entregan como ofrenda al arte de vivir que aquí, en Alvarado, se respira desde la cuna. Bajo la sombra de un gran árbol pintado, siento a los niños correr, aprender el pulso de la marea y el lenguaje secreto de las redes. Ellos son los que un día seguirán lanzándolas, no sólo para sacar peces, sino para atrapar también el espíritu de su tierra.
La red —con sus hilos ásperos y su corazón de esperanza— no separa al hombre del mar, sino que los une en un mismo destino: pescar, cocinar, contar historias mientras el viento salino arrulla las tardes.
Aquí no vine para quedarme, ni a cambiar nada. Vine para mirar, escuchar y llevarme la historia en mis palabras, para que en cada rincón del mundo se sepa que en Alvarado, Veracruz, la pesca no es sólo oficio: es identidad, es herencia, es arte.
Y así sigo, viajero eterno, llevando en mi memoria la red de Alvarado, que no sólo pesca peces, sino almas que buscan recordar de dónde venimos.
Un hogar para la memoria: Acuyo Taller de Cocina Tradicional Mexicana