Puerto Vallarta me sorprendió
Más allá de lo que imaginamos, este destino celebra 107 años con historia, sabor, inclusión y magia que se vive con todos los sentidos.
Como periodista especializada en turismo, he tenido la fortuna de caminar por las calles de París al atardecer, perderme en los zocos de Marrakech, sumergirme en los onsen de Japón y recorrer las costas de la Riviera Maya más veces de las que puedo contar. Sin embargo, recientemente viví una experiencia que me reconectó con lo más genuino del turismo mexicano, de ese que no solo se ve bonito en fotos, sino que se queda en el corazón. Puerto Vallarta —sí, ese rincón costero del Pacífico— me recordó por qué amamos viajar: por los lugares, sí, pero sobre todo, por las emociones que despiertan.
Fui invitada a redescubrir este emblemático destino en su 107 aniversario, y lo que encontré superó cualquier postal: historia viva, hospitalidad sincera, diversidad, sabor, y una naturaleza que te abraza desde el primer momento. No importa si ya has estado antes o si crees conocer bien el sur de México; Puerto Vallarta vale cada momento, más allá de los hashtags y las rutas tradicionales.
El malecón
Caminar por el malecón es como hojear un libro abierto al mar. Esculturas que provocan, aromas de cocina costeña, música callejera, y esos atardeceres que te obligan a detenerte, respirar profundo y agradecer. Probé ceviche, birria, pescado zarandeado, y hasta el curioso “pescado embarazado” que me recomendó una vendedora local. Ahí entendí que la gastronomía de Jalisco tiene alma.
En el Viejo Vallarta, sus calles empedradas me recordaron que lo auténtico no pasa de moda. Cafés íntimos, galerías independientes y tiendas artesanales donde cada pieza cuenta una historia. Este barrio tiene una calma bulliciosa, una paradoja deliciosa que solo se entiende al recorrerlo.
La Playa de los Muertos, con su nombre curioso, está llena de vida: colores, risas, cuerpos al sol, cócteles que te refrescan el alma y música que contagia. De día o de noche, es imposible aburrirse aquí.
A solo un paseo en lancha están las Islas Marietas, una reserva natural que parece salida de un sueño. Su playa escondida, las aves multicolores, y las aguas ideales para el snorkel me regalaron un día perfecto. Como amante del ecoturismo, este fue uno de mis momentos favoritos.
Hilton Vallarta Riviera All Inclusive
Confieso que soy exigente con los hoteles. Pero el Hilton Vallarta Riviera All Inclusive me sorprendió: vistas de la Bahía de Banderas que cortan el aliento, un spa de nivel internacional, clases de yoga frente al mar y una oferta gastronómica que compite con los mejores del mundo. Todo incluido, sí, pero con elegancia, con detalle. Desde ahí visité Sayulita, tomé paseos en barco, y descubrí una manera de viajar sin preocupaciones.
Y no puedo dejar de mencionar algo que distingue a este destino: su espíritu abierto, inclusivo, profundamente humano. Puerto Vallarta es reconocido como uno de los destinos más LGBT friendly del país, y eso se siente. Se respira respeto, celebración, libertad. La Zona Romántica, con sus mosaicos brillantes y su mezcla entre lo antiguo y lo moderno, fue uno de mis rincones favoritos.
Hoy, mientras escribo estas líneas, confirmo algo que he aprendido en mis viajes: hay destinos que te reciben, y hay otros que te abrazan. Puerto Vallarta, en su aniversario 107, no solo festeja su historia, sino que nos invita a ser parte de ella. Desde su malecón hasta la última puesta de sol vista desde una hamaca del Hilton Vallarta Riviera, este lugar me recordó que lo mejor de México está en el detalle, en la calidez de su gente y en su capacidad infinita de reinventarse sin perder su esencia.
Y tú, ¿ya lo redescubriste?
