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Crónica desde la calle Veracruz: mujeres de sal y hielo

Me metí a platicar a su pescadería, la Belén y, encantadas, me recibieron. Aquí les dejo mi narración que todavía huele a mar.

La calle Veracruz, en Boca del Río, no es solo una vía de tránsito: es un corredor de memorias, un pasillo entre el pasado pesquero de una comunidad y su presente reinventado. Aquí, donde la humedad es una forma de lenguaje y el sol cae a plomo como juicio de Dios, se levantan pequeños negocios con mujeres que son más que puntos de venta: son eslabones vivos de una cadena ancestral entre el mar y la mesa.

Fue el olor frío y limpio del hielo reciente lo que me llevó, como una brújula nasal, hasta Pescadería Belén —que en breve será bautizada con nombre nuevo: Del Mar. Allí, entre hieleras blancas y rojas, pulcras por dentro y por fuera, y el rumor de agua derramada sobre el piso pintado de verde, me encontré con dos mujeres que sonríen como quien ya conoce el oleaje y ha aprendido a caminar sobre él.

Erandi Yenuen y María Yahaira, ambas Zurita González, propietarias de Pescadería del Mar en Boca del Río, Veracruz. Fotografía © Darinel Becerra. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización expresa del autor.

Las mujeres del frente

Allí están ellas: Erandi Yenuen y María Yahaira, ambas Zurita González. En la fotografía que tomé, María sostiene un pescado con autoridad, como si fuera parte de su cuerpo. Erandy, por su parte, viste un uniforme negro con letras doradas, discreta pero firme, como quien empieza a ocupar un lugar que la vida le tenía reservado sin avisar.

Erandy fue educadora, maestra de preescolar, antes de sumergirse en el mundo marino. Hoy, con 35 años, ha aprendido a distinguir lo que solo los expertos saben: qué camarón es fresco, qué mojarra es de río, cuándo una almeja todavía canta por dentro.

Fotografía © Darinel Becerra. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización expresa del autor.
Fotografía © Darinel Becerra. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización expresa del autor.
Fotografía © Darinel Becerra. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización expresa del autor.

—“No sabía nada de mariscos, pero fui aprendiendo. Mi hermana ya tenía mucha experiencia, y yo quería ayudar… Al principio ayudaba poco, pero poco a poco tomé más responsabilidad”, me dice.

Herencia del agua

Su tío fue el anterior dueño de la pescadería. Él a su vez, se lo traspasó a su sobrino —un primo de las hermanas—, y luego Erandy y María tomaron el timón. Así funciona el legado en estos lares: no se heredan puestos, se heredan compromisos. Su papá trabajó en la construcción, no en el mar, pero el linaje acuático les viene de los tíos: pescadores, ostioneros, hombres de balsa y remo.

Fotografía © Darinel Becerra. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización expresa del autor.
Fotografía © Darinel Becerra. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización expresa del autor.

—“Tuvimos un tío muy famoso, le decían Pistolita. Remaba desde niño. Se subía a las lanchas desde los 8 años y ya pescaba mejor que muchos grandes”, cuenta María entre risas y un dejo de orgullo.

Y luego baja la voz para recordar a otro tío: uno que murió en carretera, transportando ostión rumbo a Campeche. “Él sí fue ostionero de verdad, de los que se meten al agua con cuchillo”, dice. Ese tipo de frases, tan locales, tan físicas, son las que construyen la historia de una región: “meterse al agua con cuchillo” no es solo oficio, es carácter.

Del mercado al modelo de negocio

Ahora están transformando la pescadería: nuevo nombre, nuevo sistema. Piensan implementar pedidos por teléfono para recoger, ofrecer ceviches preparados, cortes de filete limpios, productos ya cocidos como pulpo o camarón, listos para echar al sartén.

Fotografía © Darinel Becerra. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización expresa del autor.
Fotografía © Darinel Becerra. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización expresa del autor.

Ya no es solo vender pescado: es construir confianza con el cliente. “Queremos que quien venga sienta que compra calidad, limpieza, y que siempre hay alguien aquí para atender bien”, dice Erandy. Y lo cumplen: el local está impecable. Las escamas, si alguna cae, no duran más de un parpadeo en el suelo. El hielo no es desorden, es presentación.

Los productos vienen en su mayoría de Tampico y Alvarado, aunque también compran a pescadores locales, sobre todo cuando el primo no puede surtir. Hay mojarra plateada y de criadero, camarón de varias tallas, jaiba viva, filete de peto que brilla como hoja de acero, robalo, almejas chirlas y chocolatas, atún, pulpo crudo o cocido. No se trata de una pescadería enorme, pero cada pieza tiene historia y destino.

Fotografía © Darinel Becerra. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización expresa del autor.
Fotografía © Darinel Becerra. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización expresa del autor.

Más allá del mostrador

Lo que más conmueve no es el pescado, sino la evolución humana detrás del negocio. María —vibrante, dicharachera, experta— lleva la batuta del trato directo, de los proveedores. Erandy —más silenciosa, reflexiva— representa el crecimiento, la transformación profesional, la voluntad de aprender algo completamente nuevo con humildad y paciencia.

Y entre las dos, levantan algo más que un negocio: están haciendo comunidad. Alrededor de ellas hay madres que compran pescado para el almuerzo, viejos que vienen por costumbre, jóvenes que redescubren el sabor marino con curiosidad. Y ellas ahí, en medio de la sal y el hielo, como faros discretos.

🐟 Pescadería Del Mar (antes Pescadería Belén)
📍 Ubicación:
19°06’13.8″N 96°06’12.9″W

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🕙 ¡Te esperamos con el mar más fresco al alcance de tu mesa!

La Jiribilla, del mar de Antón Lizardo a la mesa

Amado Romero

Crítico gastronómico. Conocedor de todas las tierras, aguas y fuegos. Especialista en los vericuetos del sazón.

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