
Apenas crucé el umbral de La Fábrica 623, la más reciente sucursal del Gran Café de la Parroquia, supe que no entraba a una cafetería convencional. El aroma tostado del café recién molido flotaba en el aire con una gravedad propia, como si pidiera silencio y atención. Aquí, en esta moderna nave veracruzana, el café no se sirve: se celebra.



Esta sucursal, ubicada en plena Riviera Veracruzana, fue inaugurada hace apenas un año, pero parece haber estado ahí desde siempre. El local es amplio, luminoso, con una estética que conjuga lo tradicional y lo industrial. Desde la barra se observa la fábrica de tostado y empaquetado: vidrio, acero, café y vapor construyen una sinfonía visual y aromática.

No venía por una entrevista. Vine por una taza. Pero terminé observando una lección completa sobre hospitalidad, comunidad y excelencia. Más que palabras, lo que experimenté fue una coreografía silenciosa de servicio que se ejecuta con precisión suiza y alma veracruzana.




El ritual y el silencio elegido
Aquí no hay WiFi. Y no es un descuido: es una declaración. Las mesas están dispuestas para el encuentro real, la mirada directa, la conversación sin pantallas de por medio. Me pareció un gesto valiente y entrañable. El café es pretexto; la compañía, el fin.
Pedí un café con leche, la receta tradicional desde hace más 200 años, como dicta la costumbre. El vaso de vidrio llegó acompañado —como lo hace con cada cliente— por un vaso de agua fresca, sin pretensiones, pero de una gratitud inmensa. ¿Cuántos restaurantes olvidan que ese pequeño gesto puede ser un signo de distinción? Aquí no.

Mientras degustaba el pan canilla recién horneado, observaba el ir y venir del personal. Cada movimiento, cada servicio, habla de un entrenamiento riguroso y de una filosofía compartida: tratar al comensal como a un invitado en casa. No es casualidad.
Aquí todo está pensado: el café 1808 100% puro es una selección de grano limitada que retoma la costumbre antigua para clasificar. El empaque tiene un diseño sobrio y elegante; el café Auténtico, con su envoltorio azulado y detalles dorados; las vitrinas pulcras; los productos bien dispuestos en una tienda de recuerdos que rebasa el concepto turístico para convertirse en un espacio cultural.
Cultura, diseño y memoria
Uno de los rincones que más me sorprendieron fue la zona de lectura. No es grande, pero sí intensa. Es una suerte de santuario literario dentro del bullicio amable del café, curado con esmero. Ahí están, bien acomodados, títulos que no suelen encontrarse en vitrinas turísticas, sino en las bibliotecas personales de quienes valoran el pensamiento.

En primer plano, El libro vacío y Los años falsos de Josefina Vicens, una escritora imprescindible que supo desnudar el silencio y el desencanto de una forma casi quirúrgica. Junto a ella, Paradiso de José Lezama Lima, la novela inabarcable del barroco cubano, ese mapa laberíntico del deseo y la palabra.
No podía faltar Rayuela, la edición conmemorativa de los 50 años de Julio Cortázar, con su portada sobria y su promesa lúdica intacta: ese manual de instrucciones para leer la vida a saltos.

También encontré Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sabato, un viaje al abismo del alma argentina. Y al lado, José Trigo de Fernando del Paso, otra novela monumental que, como el tren que recorre su argumento, avanza entre palabras densas y paisajes históricos de México.
Una curiosidad notable es Los días terrenales de José Revueltas, donde el conflicto ideológico se entrelaza con la lucha interna del ser humano. Confabulario de Juan José Arreola también está presente, con su humor negro y su elegancia verbal, como un recordatorio de que la imaginación también es una forma de resistencia.
En este mismo espacio sobre una pared de cristal, llama la atención una fotografía – mural del siglo XIX que muestra balsas y barcos en el malecón. Una conexión entre el Veracruz de ayer y el que hoy se sirve en taza caliente.
Infraestructura que piensa en el mañana
Lo más admirable es la apuesta ecológica. La Fábrica 623 procesa 120,000 litros de aguas residuales que se reutilizan de forma responsable. La luz que ilumina el interior no proviene de focos comunes ni paneles solares, sino de un sofisticado sistema que canaliza la luz natural a través de ductos reflectores, otorgando una calidez única al ambiente. Uno entra aquí y no quiere salir: la atmósfera es tan amable como el trato.
La propuesta de valor del Gran Café de la Parroquia: no solo vender café, sino provocar encuentros. Construir comunidad. Esta sucursal no llega a competir, sino a crear. No impone, suma. No arrasa, siembra.
Más que negocio: experiencia
Durante las horas que pasé allí, observé a los empleados saludar por su nombre a varios clientes. Vi cómo un niño recibía una bomba con la misma devoción con la que un adulto recibía su lechero espumoso. Escuché conversaciones cruzadas entre mesas, recomendaciones espontáneas, carcajadas compartidas. Y me quedó claro: esto no es solo una cafetería. Es una extensión del hogar.
No vi pantallas, vi miradas. No vi prisa, vi pausa. No vi clientes, vi cómplices del ritual.
La Parroquia —y esta sucursal lo confirma— no es un negocio que vende café. Es un espacio que genera pertenencia. Que transforma un desayuno en una memoria. Y eso, créanme, no se improvisa. Se construye con visión, paciencia y amor por el detalle.
Salir de La Fábrica 623 fue difícil. Pero prometí volver. Porque hay lugares que uno no visita. A los que uno regresa.
🔧☕ LA FÁBRICA 623, donde el café nace cada día
En la trastienda aromática del Gran Café de la Parroquia 623, se vive una coreografía diaria de calor, precisión y pasión. Aquí, el café no solo se sirve: se crea. Jorge Jiménez, técnico tostador de esta sucursal conocida como La Fábrica, nos guía paso a paso en el proceso artesanal que transforma el grano en experiencia.
Paso 1: Recepción del grano verde
Todo comienza con la llegada del grano. Jorge lo revisa con ojo experto, detectando su frescura, humedad y origen. “Es como leer el lenguaje del café”, dice. Solo el grano más reciente y bien conservado pasa a la siguiente fase. Cada lote se prueba con un tueste de control para asegurar que el café sea apto tanto para consumo interno como para el público.

Paso 2: Tostado a la medida
El tueste no es uniforme ni automático. Es un arte sensorial. Aquí, cada lote se tuesta buscando un punto medio perfecto, que equilibre aroma, sabor y color. “El buen café se reconoce por cómo huele mientras se transforma”, comenta Jorge, mientras una nube tibia perfuma la sala.

Paso 3: Molienda al amanecer
El café tostado se muele muy temprano, para capturar su frescura. “El primer aroma del día lo da el molino”, explica. Esta molienda, hecha al momento, permite que el lechero conserve su carácter humeante y suave, recién nacido.

Paso 4: Envasado diario
Los lotes molidos y en grano se envasan cada mañana y tarde en presentaciones de medio kilo. El café que se consume y se vende es siempre del día. “Aquí no hay stock viejo. Todo es recién hecho”, subraya Jorge. La mezcla utilizada —cuidadosamente balanceada entre cuerpo y fragancia— garantiza que el sabor del café sea redondo en cada sorbo.


Tecnología y sustentabilidad
El Gran Café de la Parroquia siempre ha tostado con tecnología alemana – italiana, al igual que la Fábrica que está equipada con un un potente tostador de última generación, automatizado y libre de emisiones contaminantes, que funciona con un sistema hidráulico y control computarizado. El grano, una vez tostado, es elevado mediante un sistema llamado Cable B para su procesamiento final. Todo el ciclo se apoya en maquinaria mexicana, alemana y brasileña. Además, el lugar está alimentado por energía solar, minimizando el impacto ambiental y asegurando un proceso sustentable.
“El mejor café no solo se toma: se respira, se escucha, se ve nacer.”
— Jorge Jiménez, Técnico Tostador de La Fábrica 623
☕ EL CAFÉ CON LECHE CASI PERFECTO… porque la perfección no existe
- Altura: La leche se vierte desde 20 hasta 50 cm.
- Oxigenación: A mayor altura, mejor mezcla, mayor espuma.
- Temperatura: Leche a 90 ºC; café greca a 80 ºC.
- Inclinación: Jarra a 15-20° sobre el centro del vaso.
- Espuma: Abundante y espesa, sin derrames.
- Tiempo de espera: 3 minutos para llegar a 60 ºC.
“Venir a Veracruz y no pasar al Gran Café de la Parroquia es como no haber venido a Veracruz.”